Sor Lucía Caram | ‘Evangelizar a través de Twitter’
«¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?». Así se presentó a sí misma Sor Lucía Caram, la monja dominica contemplativa, aunque lo de contemplativa es todo lo contrario a su personalidad, ya que tiene casi 106.000 seguidores en Twitter y acribilla las redes sociales con su activismo religioso.
Esa mujer irreverente con las pobreza y el silencio cómplice tomó ayer por la mañana la palabra en la primera mesa de la última jornada del TAT, que volvió a ser tendencia mundial en esta red social.
Señaló que sus vestimentas medievales se llevan bien con el claustro enorme que es Internet. Antes y después de pisar el escenario, decenas de jóvenes le pidieron hacerse fotos con ella, porque no siempre se tiene la oportunidad de tocar en carne y hueso a una de las estrellas españolas de las redes sociales, como la definió el presentador de la gala, Iñaki Cano. «Intento sintonizar con el corazón de la humanidad en 140 caracteres», recalcó la religiosa, a quien el propio Twitter asemeja en su perfil a Risto Mejide, amigo de la protagonista.
«No quiero convertir a nadie»
Mencionando a Shakespeare y tirando piedras contra el ministro Cristóbal Montoro por considerar a los ciudadanos como «datos», la ‘ciberagitadora’, experta en dar titulares –no en vano se autoproclama como incontinente verbal–, dijo saberse en el centro de un sitio «insospechado de comunicación e incomunicación».
Su alocución, salpicada de aplausos, risas y sentido del humor, se centró en demostrar que su cuenta de Twitter es un contenedor selectivo de buenas ideas. «Yo no quiero convertir a nadie, pero si evangelizar es dar buenas noticias, como decía Jesucristo, entonces me apunto», narró «la monja cojonera». Criticó a los políticos, reclamó más igualdad y se empeñó en resaltar la importancia de concienciar y de contagiar a la gente para que triunfen las ganas de cambiar el mundo a mejor. «Tenemos que reinventar el sistema por las costuras y Twitter es una magnífica herramienta para ello», sostuvo esta «liberadora de los oprimidos», quien instó a las clases dirigentes a interpretar de manera correcta los recientes resultados electorales.
«Me niego a sumar adeptos sin más a la institución religiosa. No desespero de la utopía de la justicia. Quiero borrar la corrupción institucionalizada. El problema de la Iglesia y de la sociedad es seguir tirando de la vida con el tedio de la mediocridad. La sociedad moderna nos presiona para vivir con prisa sin detenernos en nada ni en nadie, hemos perdido la experiencia del amor», adujo la ponente.
Sor Lucía, que trabaja en la fundación Rosa Oriol (obra social de la firma de joyería Tous) en Manresa, no se maneja bien con lo políticamente correcto y mantiene que ella, en sus apariciones en el cibermundo, solo busca dar voz a sus causas, aunque esa buena fe le haya valido más de un tirón de orejas de algunas instancias religiosas superiores y del actual Gobierno de España. «Es que a veces no pienso mucho lo que digo. Soy anárquica, no tengo filtro», espetó en la charla esta seguidora de Simeone (pero solo en Twitter), porque es una declarada barcelonista. «Ahora con el Papa Francisco han cambiado las cosas, es más dinámico y receptivo», reconoció. Esa nueva corriente le viene bien a una religiosa cuyos padres solían advertirle: «Pon el cerebro en funcionamiento antes que la lengua en movimiento».
«Otro sistema es posible»
A quienes la conocían en su perfil o en la vida terrenal, poco les debió extrañar su alocución, porque Sor Caram, argentina de nacimiento y residente al otra lado del charco cuando la dictadura azotaba su país, se enroló hace 30 años en la aventura de ser monja, pero no le duelen prendas en chillar ante el auditorio: «Otro sistema es posible».
Ella solo sigue a 200 tuiteros, entre los que figuran Pablo Iglesias (del partido Podemos), la periodista Ana Pastor, Jesús Cintora o Carlos Latre. Adelanta que nunca se integrará en un partido político porque eso le supondría perder su libertad, pero demuestra unas magníficas dotes de predicadora de la igualdad, de la justicia y de la democracia ciudadana y religiosa. «El mundo será más feliz si todos somos felices. De eso tenemos que llenar Twitter. Hoy lo que no se explica no existe», argumentó.
«La desesperación de tanta gente ha penetrado en los muros del convento y en las redes. No hay que guardar distancia ante los problemas de los demás. Nos tenemos que poner su camiseta y jugar juntos en el partido de la vida. Todas las voces se tienen que escuchar. La política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. No permitáis que os den la palabra, tomadla vosotros», zanjó.
Al final, el auditorio se puso en pie y le brindó un aplauso de varios minutos, que ella recibió emocionada. «En el foco de estos aplausos no estoy yo, sino mis causas y esas personas a las que les han robado el pan. Son muchos los que están luchando a muerte por la vida. Muchas gracias», se despidió.
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