La inteligencia artificial (IA) suena a futuro. De hecho, basta con pronunciar las dos palabras para imaginar robots inteligentes, taxis voladores o, incluso, a Arnold Schwarzenegger despidiéndose con su «hasta la vista, baby». Pero por mucho que esto sea así -menos los terminators, creemos-, por mucho que ya sea parte de nuestro futuro más próximo, lo cierto es que hay científicos que llevan muchos años -décadas- enfrascados en la titánica tarea de desmenuzar y comprender la IA. Auténticas eminencias en el campo como Francisco Herrera, catedrático de Ciencias de la Computación e IA de la UGR, que lleva años enseñando, dentro y fuera del aula, cómo esta tecnología es la gran revolución de nuestra era.
Al otro lado hay miles de estudiantes que se han subido a este tren tan emocionante. Estudiantes como Natalia Díaz, ex alumna de Herrera, doctora en IA e investigadora de relevancia internacional. Ambos, acompañados por el periodista de IDEAL Javier Morales, charlaron este jueves, en TAI Granada, sobre el escenario del Palacio de Congresos.
«Vamos a hablar de la historia de la Inteligencia Artificial», arrancó Morales. «Del cajero automático, en 1974, a la tarjeta bancaria y la partida que perdió Kasparov contra Deep Blue». ¿Cuándo surge el término de inteligencia artificial? «El término surge en 1955 -empezó Herrera-. John McCarthy, Alan Turing y Marvin Minsky son los padres de la IA». Pero, sin duda, la gran eclosión fue aquella mítica partida entre Kasparov y Deep Blue, el 10 de febrero de 1996. «He sido jugador de ajedrez siempre y viví aquello con pasión. Fue el espaldarazo definitivo a la IA».
¿Qué hacía Natalia Díaz en el 1996? «Era bastante joven por aquel entonces. Además, tardé más de lo que pensáis en tener ordenador», dijo. Díaz, especializada en el vínculo entre IA y cuestiones éticas y de derecho, relató algunos de los riesgos de esta tecnología. Ejemplos muy reales: «Hubo una IA que Microsoft puso en Twitter para interactuar con la gente. Le bastó un día para que empezara a elaborar mensajes xenófobos y racistas… Otro ejemplo, un proyecto clasificaba el género de una persona basado en una fotografía de la cara. El sistema trabajaba a la perfección con hombres blancos, pero si eras negra y mujer tenías las de perder. Otro escándalo, Google Photos, cuando un chico subió una foto con sus amigos y se encuentra que Google la clasifica como ‘Gorilas’, imaginaos el panorama. Google se cargó a los gorilas, ya no aparecen en el buscador».
Morales recordó uno de los capítulos de ‘Black Mirror’, la serie distópica de Netflix, en el que la gente recibía puntuaciones según sus interacciones sociales. ¿Llegaremos a eso? «Este tipo de sistemas que ya funcionan en China no los queremos en España -respondió Díaz-. Este tipo de IA pertenece a la categoría de ‘IA de riesgo inaceptable’, por tanto están prohibidos». ¿Cuáles son esos tipos de IA? «Todos aquellos que afectan a las personas, a sus vulnerabilidades, a su dignidad, a la salud, a la seguridad y a los derechos fundamentales».
Por todo esto, la importancia de la Agencia Estatal de Regulación de la IA, a la que aspira Granada, es capital. «Tenemos un escenario de riesgo y es fundamental tener sistemas regulados que garanticen esos derechos de todos los ciudadanos. Es el objetivo de Europa y todos se sumarán. Y España pilotará», subrayó Herrera.
Y antes de que piensen que esto de la IA queda muy lejos, piensen otra vez: «Llamamos IA silenciosa a todas esas tecnologías que desde que llegan nadie piensan que son IA. Por ejemplo, el robot aspiradora. O Siri. O los mapas. Y el cambio de marchas en el coche, los limpiaparabrisas automáticos, o todo el sistema actual en un hospital que va guiado por asesoramiento de IA». Por último, lanzó una de las ideas que marcó la charla: «Tenemos que aprender a vivir en un mundo en el que interactuamos a todas horas con sistemas inteligentes».
Díaz, para terminar, consideró que ha llegado el momento de «familiarizarnos con la IA, regular, asegurarnos que los sistemas cumplen con la regulación». «Se acerca el fin de muchas cosas: el fin de la abundancia, de lo evidente y de la despreocupación. Con la IA debemos asegurarnos de que no perdemos lo ganado, que avanzamos y no retrocedemos como sociedad», zanjó.